El trayecto prometía ser interesante. 19 horas en un auténtico tren indio, largo y lento, emocionante, cruzando caso el país de un extremo al otro, de oeste a este. En sleeper class (coche cama - literas). En India viajar en tren es diferente que en Europa. Puedes ir con las puertas abiertas del vagón viendo y sintiendo el paisaje, los
pueblos, la gente. A cada rato, en cada parada subían indios ofreciendo té, dulces, comida india caliente, especiada, bien picante.
El tiempo pasó rápido, incluso me quedé con ganas de más viaje en tren. Cuando quise darme cuenta estábamos entrando en Varanasi.
Desde la estación cogimos un concurrido tuc tuc (como llaman también al auto ricksaw) hasta el centro. Antes de llegar a la zona de los hoteles que hay junto al río tuvimos que dejarlo y seguir a pie ya que las calles resultaban demasiado estrechas para circular.
Tras probar en varias guest houses (hoteles económicos) encontramos una cerca del río que estaba muy bien de precio y era bastante aceptable. Cómo íbamos cuatro cogimos dos habitaciones dobles. Nos salida la noche a cada uno por 100 rupias (1,43€). Nada mal para estar en Varanasi en temporada, verdad?
Después de dejar las cosas y registrarnos fuimos directos a ver los ghats, las escalinatas que bajan al río. En concreto al Burning ghat, donde realizan las cremaciones.
La primera impresión fue muy fuerte. Unas diez hogueras activas, con grandes llamas. Madera y cuerpos ardiendo, brazos que sobresalen de las llamas, cabezas. A cada momento llegando en procesión nuevos cuerpos traídos en camilla por sus familiares, envueltos en telas brillantes, repitiendo oraciones, que rompían el silencio del lugar, junto con el crepitar de las llamas. Directos primero a la orilla del río para empaparlos en el sagrado Ganga (Ganges) y de ahí esperando, pacientes, turno para ser quemados. Y eso las 24 horas del día, 365 días al año sin descanso desde la antigüedad, miles de años atrás. Y es que ser incinerado en Varanasi significa la liberación del ciclo del renacimiento. No se permite captar fotos del lugar, si no pagas por ello claro, por lo que he buscado algunas imágenes en google para poder mostrároslo.
Junto al ghat de las hogueras hay un par de edificios, totalmente negros del humo, que dicen ser donde descansan las familias que vienen desde cualquier parte de la India a quemar a sus muertos a la ciudad sagrada.
En un paseo que dimos en barca por el río nos explicaron cómo funciona todo el proceso. La familia del fallecido compra la madera (se necesita unos 360kg) y según los recursos es de un tipo u otro. La madera que mejor huele es el sándalo, pero la mayoría de la gente normalmente solo puede pagar un trocito. Las mujeres no pueden estar presentes en ningún momento aquí; primero porque se dice que son más emocionales y no van a aguantarlo y segundo (y esto suena bastante bárbaro) por que antiguamente, una vez fallecía el marido, la viuda quedaba desprotegida – así que a veces saltaba ella sola a las llamas, o si no, la familia del fallecido la empujaba. Esta práctica está prohibida desde hace mucho, pero por si acaso las cremaciones son todavía exclusivamente para hombres.
Después de unas tres horas ardiendo, el cuerpo se convierte en cenizas que se echan al Ganges. A los niños, mujeres embarazadas, monjes, leprosos y algunos grupos más no se les quema porque las cremaciones sirven para purificar y estas personas ya son puros por naturaleza. Por lo cual, se les suelta en el río con una piedra pesada atada a la cintura. Sin embargo, no es de extrañar encontrarse algún cuerpo flotando lentamente río abajo porque se le haya soltado la cuerda.
Aquellos que no pueden permitirse comprar la madera necesaria para la cremación pueden disponer del fuego "eléctrico" gratuito. Se trata de un servicio público de cremación eléctrica que se hace en un edificio con chimeneas que se encuentra en otro ghat.
En definitiva, no me pareció tan diferente a nuestra costumbre de incinerar los cuerpos solo que en su caso va acompañado de un ritual y un significado mayor, y que lo realizan al aire libre, a la vista de todos.
Eso si, también se trata de un negocio. El ghat en el que se realizan las cremaciones pertenece a una familia que cobra altos impuestos por acceder al honor de ser quemado allí. También cuesta dinero que te enciendan con la llama perpetua, y es que cada hoguera es encendida con las ascuas de otra anterior y así desde desde hace miles de años.
Pasear por Varanasi fue emocionante. El mercado, de calles estrechas llenas de vida, de tiendas minúsculas, de devotos haciendo cola para visitar los templos y para bañarse en la sagradas aguas del Ganges que les purifica de todos sus pecados. Daba igual que lloviera, hiciese frío o calor. Siempre había gente peregrinando, incluso descalzos, por las sucias calles de Varanasi, compartiendo el espacio con las vacas, deambulantes, aburridas, que sembraban en suelo con sus grandes plastas.
Tanto las calles como los animados ghats, a todo lo largo del río, estaban adornados por multitud de gente pintoresca. Por ejemplo los Babas, shadus o santones, personajes que dejan toda su vida anterior para dedicarse a la observación, la meditación y fumar hash en pipa, que decidieron no manchar su karma con posesiones o algo tan mundano como el trabajo.
Los hay muy pintorescos, alguno incluso motorizado.
Una de las cosas que más me atraían poder hacer en la India era ir a una consulta de un médico Ayurvedico y preguntando me enteré de que en el hospital local era posible. Pero eso os lo contaré en otro capítulo.
Llegado este momento, tras 24 días juntos, desde que coincidimos en el bus de Udaipur a Jaisalmer, tocaba separar caminos con Mario y Mata, los amigos catalanes. Ellos continuaban su camino hacia el sur, buscando las playas de Goa y Gokarna, y yo me dirigida hacia el norte, a Nepal. Fue muy agradable compartir con ellos el viaje. En Mario encontré un divertido y buen compañero para próximas aventuras. Un abrazo desde aquí, niño. No te olvides de nuestro proyecto "India en Enfield".