domingo, 9 de junio de 2013

Comienza la ruta

Holaaa de nuevo.
Así es. Ya ha comenzado la ruta 2014.
Este año el plan inicial de viaje es India, Thailandia y Nepal. Ya veremos si se cumple o si surge un viaje improvisado diferente. Una vez más, iré compartiendo las experiencias de la ruta a través de este blog que me sirve de cuaderno de viaje y de punto de unión con vosotr@s.

Me parece mentira estar volviendo de nuevo a India. Aún me recuerdo pensando en el anterior viaje "A mi que no me busquen aquí, que yo no vuelvo". Pero durante este tiempo me he dado cuenta de que este lugar te deja una semillita dentro, y no me refiero sólo a los parásitos intestinales, que va haciendo que te encariñes de él, que lo aprecies, al país y a su gente.

No me olvido de que no llegue a concluir el relato del anterior viaje y alguno de vosotros también me lo ha recordado ;-) .
Para poder concluirlo y dejaros las últimas experiencias y sensaciones que tuve deciros que el paso por Pokhara, en Nepal, fue muy reconfortante. Es un lugar precioso, perfecto para relajarse cerca del lago, con la vista de los picos de los Anapurna, marcarse un trekking o disfrutar de volar en Parapente con unas condiciones geniales. Y así lo hice, conocí a un par de chicos españoles que estaban trabajando allí haciendo vuelos biplaza y gracias a ellos pude alquilar un equipo y pegarme un pedazo de vuelo de 2 horas. Por eso también este año he decidido traerme mi equipo y pasarme allí una o dos semanas volando.

En resumen, en todo el viaje hubo momentos muy buenos, de conocer una forma de vida tan diferente, tan caótica y tan llena de energía, que contrastaban con otros más bien amargos en los que sufrí de la tripa y eche tanto de menos mi tierra y mi gente, que llegué a desear cortar el viaje y volverme.

Aquello me ayudó a darme cuenta de que soy feliz con la vida que tengo, que amo a mi familia y a mis amigos, mis costumbres. Que viajo por gusto y que no necesito buscar nada fuera. Que el viaje solo hace que abras tu mente y enseñarte el valor de las cosas importantes.

Con ese objetivo continuo el viaje y os agradezco vuestra compañía a lo largo de él.

Un abrazo enorme.

viernes, 8 de marzo de 2013

Tren nocturno hacia el norte. Próximo destino Nepal

Tras despedirme de Mario en la estación, que cogía el tren hacia el sur, cogí el mío hacia el norte, a Gorakpur, para desde allí tomar un bus hacia la frontera y pasar a Nepal.
Este tren era más corto. Solo 7 horas, de noche, prefecto para echar un sueñecito y descansar. Tanto que llegó el tren a su destino y yo seguí durmiendo como un tronco.
Solo, en el tren vacío ya de gente, vino a despertarme el militar que revisa el tren cuando se baja todo el mundo. Vaya susto me pegó!!!
Recogí mis cosas corriendo y salí pitando del tren. Aunque una vez fuera  me dio un "apretón"y tras ver como estaban los baños de la estación me arriesgue a meterme en el tren de nuevo a evacuar, aún a riesgo de que echara a andar conmigo dentro. Por suerte no fue así.
Después me dirigí hacia la estación de autobuses donde me encontré con que estaban de huelga y que hasta las 12 de la noche no había servicio (y eran las 8 de la mañana).
Decidí volver hacia la estación de tren porque por el camino me habían ofrecido sitio en un bus local hacia la frontera con Nepal. Por lo visto, o se trataba de los servicios mínimos, o algunos se estaban saltando la huelga.
Me metí corriendo al bus porque ya se iba y me pasé todo el camino (4 horas) dudando de que mi mochila se fuera a mantener en la baca a causa de los baches de la carretera y los botes que pegaba el bicho. Pero, afortunadamente, lo hizo.
El bus nos dejo a 200 metros de la frontera. Tras sellar la salida en la oficina india de inmigración y cambiar las rupias indias por rupias nepalies en una farmacia que hacía de oficina de cambio de "estrangis", pasé al lado nepalí. Allí saqué el visado turista, que te sale más barato que hacértelo en España,  25$ para 15 días, y cogí otro agradable bus de 8 horas en dirección a Katmandú.
Llegue ya de noche y decidí alojarme a la afueras, justo donde nos dejo el bus para, al día siguiente, coger un bus-furgo-taxi compartido para ir al centro. Lo que no podía imaginarme era
hasta que punto podía ser compartido. Debía de ser de 12 plazas bien apretadas y cuando yo subí ya eramos 9. Allí no paraba de subirse gente a cada momento. Cuando pensaba que no podía entrar nadie más, paraba y se metían como podían un par más de personas. Llegue a contar 21 cuando ya perdí la visibilidad de la zona delantera. Eso es economizar un trayecto y compartir un vehículo. Lo demás son tonterías.
Ya en el centro de Katmandú, en la zona de Thamel, me busqué una ghest house céntrica y económica y me conecté al wifi para poder localizar a Kuini, mi amiga española que vive en Pushkar(India) y que había venido para gestionar su visado de India. Que alegría da encontrarse con amigos, más cuando esta uno fuera.
Los días en Katmandú fueron agradables. Nos alquilamos una moto un día para visitar los templos de los alrededores, conocí a un chico y una chica españoles súper majos, Andres y María, que espero volver a ver muy pronto (un abrazo enorme guapetones). Y tras tres días allí en la ciudad y lo bien que me habían hablado de Pokhara, decidí que era el momento de ver LAS MONTAÑAS.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Visita al médico Ayurvédico

Como os comentaba, una de las cosas que quería hacer en la India era ir a una consulta de un médico Ayurvedico y, preguntando, me enteré de que en el hospital local, por solo 10 rupias (0,143 €), el médico te hacia una diagnosis.
Para allá que fui con Mario.
El hospital era local local, todo en hindi, ni un solo turista aparte de nosotros.
Pagamos la tasa y nos pasaron a la consulta del médico Ayurvédico, que nos recibió sonriente. Me senté a su lado y me preguntó qué me  pasaba. Empecé a contarle lo de la tripa y la garganta y me interrumpió para preguntarme si hablaba hindi. Pues íbamos apañados!!! Resulta que hablaba y entendía poco el inglés. Una lástima porque no pude aprovechar para preguntarle más cositas. Le hubiera frito a preguntas, la verdad, jeje.
Me tomó los pulsos, que según el Ayurveda pueden tomar tres diferentes en la muñeca, correspondientes a los tres doshas, con los que leer el cuerpo. Y listo. Tampoco se molesto en explicarme nada de lo que me había visto.
Después de hacerle lo mismo a Mario, nos hizo unas recetas para que nos las preparasen en el dispensario del final del pasillo, tras pasar a pagarlas por ventanilla. Por 135 rupias (1,93 €) cada uno nos dieron:
- unas pastillas que parecían comida de pez y que sabían a rayos,
- unos polvos para mezclar con miel, que sabían igual que las pastillas,
- unas hiervas para hacer infusión,
- y un jarabe para diluir con agua que sabía a vino dulce.
Pasamos de nuevo a la consulta para que nos explicara como dosificar todo ese arsenal y como estábamos grabándolo, se junto detrás nuestra todo el personal de la planta para que les echáramos una foto, que majetes.
En las explicaciones de la dosificación le dio por decirnos que nos tomáramos una pastillita de esas de los peces para probarlas. Sin agua ni "na". Madre mía que mal trago pasé, porque a Mario le entró bien pero yo sin agua no pude hacerla pasar de la garganta y tenía un sabor malísimo. Ya os enseñare el vídeo, que lo tiene Mario.
Ale, y después de todo, tan contentos para casita. No nos habíamos enterado de nada pero nos encantó la visita.

martes, 5 de marzo de 2013

Hacia Varanasi. Ciudad sagrada de contrastes y miserias.

El trayecto prometía ser interesante. 19 horas en un auténtico tren indio, largo y lento, emocionante, cruzando caso el país de un extremo al otro, de oeste a este. En sleeper class (coche cama - literas). En India viajar en tren es diferente que en Europa. Puedes ir con las puertas abiertas del vagón viendo y sintiendo el paisaje, los
pueblos, la gente. A cada rato, en cada parada subían indios ofreciendo té, dulces, comida india caliente, especiada, bien picante.
El tiempo pasó rápido, incluso me quedé con ganas de más viaje en tren. Cuando quise darme cuenta estábamos entrando en Varanasi.
Desde la estación cogimos un concurrido tuc tuc (como llaman también al auto ricksaw) hasta el centro. Antes de llegar a la zona de los hoteles que hay junto al río tuvimos que dejarlo y seguir a pie ya que las calles resultaban demasiado estrechas para circular.
Tras probar en varias guest houses (hoteles económicos) encontramos una cerca del río que estaba muy bien de precio y era bastante aceptable. Cómo íbamos cuatro cogimos dos habitaciones dobles. Nos salida la noche a cada uno por 100 rupias (1,43€). Nada mal para estar en Varanasi en temporada, verdad?
Después de dejar las cosas y registrarnos fuimos directos a ver los ghats, las escalinatas que bajan al río. En concreto al Burning ghat, donde realizan las cremaciones.
La primera impresión fue muy fuerte. Unas diez hogueras activas, con grandes llamas. Madera y cuerpos ardiendo, brazos que sobresalen de las llamas, cabezas. A cada momento llegando en procesión nuevos cuerpos traídos en camilla por sus familiares, envueltos en telas brillantes, repitiendo oraciones, que rompían el silencio del lugar, junto con el crepitar de las llamas. Directos primero a la orilla del río para empaparlos en el sagrado Ganga (Ganges) y de ahí esperando, pacientes, turno para ser quemados. Y eso las 24 horas del día, 365 días al año sin descanso desde la antigüedad, miles de años atrás. Y es que ser incinerado en Varanasi significa la liberación del ciclo del renacimiento. No se permite captar fotos del lugar, si no pagas por ello claro, por lo que he buscado algunas imágenes en google para poder mostrároslo.
Junto al ghat de las hogueras hay un par de edificios, totalmente negros del humo, que dicen ser donde descansan las familias que vienen desde cualquier parte de la India a quemar a sus muertos a la ciudad sagrada.
En un paseo que dimos en barca por el río nos explicaron cómo funciona todo el proceso. La familia del fallecido compra la madera (se necesita unos 360kg) y según los recursos es de un tipo u otro. La madera que mejor huele es el sándalo, pero la mayoría de la gente normalmente solo puede pagar un trocito. Las mujeres no pueden estar presentes en ningún momento aquí; primero porque se dice que son más emocionales y no van a aguantarlo y segundo (y esto suena bastante bárbaro) por que antiguamente, una vez fallecía el marido, la viuda quedaba desprotegida – así que a veces saltaba ella sola a las llamas, o si no, la familia del fallecido la empujaba. Esta práctica está prohibida desde hace mucho, pero por si acaso las cremaciones son todavía exclusivamente para hombres.
Después de unas tres horas ardiendo, el cuerpo se convierte en cenizas que se echan al Ganges. A los niños, mujeres embarazadas, monjes, leprosos y algunos grupos más no se les quema porque las cremaciones sirven para purificar y estas personas ya son puros por naturaleza. Por lo cual, se les suelta en el río con una piedra pesada atada a la cintura. Sin embargo, no es de extrañar encontrarse algún cuerpo flotando lentamente río abajo porque se le haya soltado la cuerda.
Aquellos que no pueden permitirse comprar la madera necesaria para la cremación pueden disponer del fuego "eléctrico" gratuito. Se trata de un servicio público de cremación eléctrica que se hace en un edificio con chimeneas que se encuentra en otro ghat.

En definitiva, no me pareció tan diferente a nuestra costumbre de incinerar los cuerpos solo que en su caso va acompañado de un ritual y un significado mayor, y que lo realizan al aire libre, a la vista de todos.
Eso si, también se trata de un negocio. El ghat en el que se realizan las cremaciones pertenece a una familia que cobra altos impuestos por acceder al honor de ser quemado allí. También cuesta dinero que te enciendan con la llama perpetua, y es que cada hoguera es encendida con las ascuas de otra anterior y así desde desde hace miles de años.

Pasear por Varanasi fue emocionante. El mercado, de calles estrechas llenas de vida, de tiendas minúsculas, de devotos haciendo cola para visitar los templos y para bañarse en la sagradas aguas del Ganges que les purifica de todos sus pecados. Daba igual que lloviera, hiciese frío o calor. Siempre había gente peregrinando, incluso descalzos, por las sucias calles de Varanasi, compartiendo el espacio con las vacas, deambulantes, aburridas, que sembraban en suelo con sus grandes plastas.
Tanto las calles como los animados ghats, a todo lo largo del río, estaban adornados por multitud de gente pintoresca. Por ejemplo los Babas, shadus o santones, personajes que dejan toda su vida anterior para dedicarse a la observación, la meditación y fumar hash en pipa, que decidieron no manchar su karma con posesiones o algo tan mundano como el trabajo.
Los hay muy pintorescos, alguno incluso motorizado.

Una de las cosas que más me atraían poder hacer en la India era ir a una consulta de un médico Ayurvedico y preguntando me enteré de que en el hospital local era posible. Pero eso os lo contaré en otro capítulo.

Llegado este momento, tras 24 días juntos, desde que coincidimos en el bus de Udaipur a Jaisalmer, tocaba separar caminos con Mario y Mata, los amigos catalanes. Ellos continuaban su camino hacia el sur, buscando las playas de Goa y Gokarna, y yo me dirigida hacia el norte, a Nepal. Fue muy agradable compartir con ellos el viaje. En Mario encontré un divertido y buen compañero para próximas aventuras. Un abrazo desde aquí, niño. No te olvides de nuestro proyecto "India en Enfield".

martes, 26 de febrero de 2013

Vuelta a Pushkar. Como en casa

Tras los días de ruta por Udaipur y Jaisalmer volví a de nuevo a Pushkar.
La sensación era de volver a un sitio conocido, acogedor, donde ya conoces a la gente. Además esta vez iba acompañado por dos chicos catalanes que conocí en el bus de Udaipur a Jaisalmer y con los que compartí también el safari en camello.
Lo que en principio iban a ser 2 o 3 días de estar allí para terminar todas las gestiones de la ropa y enviar los paquetes, se convirtieron en otras dos agradables semanas de reencuentro con amigos, conocer a otros nuevos (españoles, italianos, suizos, alemanes,...), y alguna que otra excursion por la zona.
Fuimos varios días a ver amanecer a un templo en lo alto de una montaña desde el que había una preciosa vista del valle, saliendo a las 5:30 de la mañana para poder llegar aún con oscuridad. Me encanto empezar así aquellos días.También hubo un par de días en los que alquilamos unas motos para hacer una ruta por la zona, como ya os adelante en algún capítulo anterior. Ahí descubrí otra nueva pasión gracias a la Royal Enfield. Me encanto la sensación, vibrante, "full power" como dicen en India. Para otra ocasión Ruta en Enfield por India y Nepal (abierto plazo de inscripción para interesados, jeje). En las rutas conocimos a varios Babas, uno de ellos estaba en un templo de Shiva. Te recibía para enseñártelo, te explicaba en hindi la historia (con lo que no te enterabas de nada), y luego te pedía la pasta. 100 rupias por cabeza nada menos. Al final le dimos 50 cada uno y pa'lante. En la otra ruta conocimos a uno que decía que llevaba 4 meses sólo a base de fumar maría y beber chai. Y al tío se le veía bien,eh.

Ya, por fin, estuvieron listos todos los encargos de la ropa y demás cositas chulas que ya os enseñare, y las envíe para casita.
Con el trabajo hecho y la tentación de seguir comprando cada día que pasaba de más, decidí que era buen momento para marchar y salir a conocer otros lugares de la increíble India. No sin la pena de tener que despedirme de Pushkar y, sobretodo, de Axel y Kuini, que tanto me habían ayudado y a los que sentía ya como familia.
Por delante tenía 19 horas de los emocionantes trenes indios, en sleeper class, y acompañado por los amigos catalanes y otro chico suizo que se uno a nosotros, en dirección a la ciudad sagrada de Varanasi.

viernes, 1 de febrero de 2013

Jaisalmer. La fortaleza del desierto.

La siguiente parada fue Jaisalmer.
En medio de la planicie desértica del oeste de Rajastán se alza su imponente fuerte de piedra. Llama la atención desde la distancia, rodeado por la neblina que produce la arena del desierto en suspensión y que le da casi un aire de espejismo que surge de la nada.
Su interior es aún más sorprendente con sus callejuelas estrechas de piedra dorada y sus preciosos balcones labrados con delicados detalles. Parece tratarse de un lugar que se detuvo en el tiempo y que se conservo intacto por sus murallas. Bueno, casi intacto. De hecho tienen un problema a causa del mal estado del sistema de drenaje dentro del fuerte. Eso unido al volumen de turistas que recibe al año, con el consiguiente aumento del consumo de agua y, como no, a las lluvias del monzón, está haciendo que la ciudad dentro del fuerte se este hundiendo poco a poco. Por eso mismo recomiendan alojarse fuera de éste para no empeorar dicha situación.

Al poco de interactuar con la gente del lugar puede uno darse cuenta que uno de los motores de la economía del lugar son las empresas que realizan safaris por el "desierto" con camellos. En toda la ciudad, todo el mundo trata de venderte un estupendo camel safari de los días que quieras, durmiendo bajo las estrellas. Sobretodo en los hoteles intentan engancharte ofreciendote el alojamiento gratis si haces con ellos el safari.
En mi caso, ya en el autobús de camino a Jaisalmer, me ofrecieron un agradable y económico hotel con servicio de recogida gratuita. Utilizan la estrategia de subirse en los trenes y autobuses 100 o 200 kilometros antes para venderte su alojamiento y, una vez allí, que hagas con ellos el safari.Yo tuve la suerte (o la desgracia) de coincidir en dicho hotel con un americano al que le encantaba regatear y, después de acomodarnos cada uno en nuestra habitacion y recibir la charla informativa sobre la ruta "camellil", salimos a dar una vuelta por el fuerte y poder comparar precios.
Tras visitar dos empresas más de safari fuimos a una tercera que recomendaban en la guía Lonely Planet y tras un rato de "regateo a la americana" conseguimos lo que consideramos un buen precio, 600 rupias (8,57 €) por un safari que salía a las 9 de la mañana y nos traía de vuelta al día siguiente sobre la misma hora, con comida incluida, noche bajo las estrellas y un camello por persona. O como dicen ellos para dejar constancia de su calidad y de que no te tocará compartir camello: "one camel, one person".
La experiencia fue interesante. En aquel momento, el meneo sobre el camello y el golpeteo en el culo y la entrepierna eran matadores tras media hora de ruta. Pero despues te acostumbras.
El paisaje no era como uno se imagina el desierto. No se veían enormes dunas doradas de arena en las que la vista se pierde en el horizonte. Era más bien un paisaje árido con arbustos desperdigados, algunos pequeños árboles y, en la primera parte de la ruta, "plantaciones" como las de Tarifa de enormes molinos de viento.
Llevabamos cuatro guías indios. Ellos se encargaban de todo. Cuando paramos a comer a la sombra de unos árboles, desmontaron las sillas de los camellos para dejarles descansar y se pusieron a preparan la comida en un fuego improvisado en el suelo, con unas piedras como apoyo y cuatro ramas. No resultó muy sabrosa, ni la comida ni después la cena, pero resultaba interesante ver como lo preparaban y como podría ser su día a día en el desierto.
Después de comer nos echamos una siesta (parece ser que no es una costumbre sólo española) y proseguimos el camino. A la tarde, por fin, llegamos a la que parecía ser la única zona de dunas del lugar. Allí nos asentamos tras ver caer el sol, nos reunimos frente al fuego mientras los guías cocinaban.
Fue una noche agradable, de auténtico desierto sólo a medias puesto que apareció por allí un chico con un saco lleno de refrescos y cervezas casi fríos que, por lo que pude observar, suele venir a visitar a los grupos de turistas que vienen a pasar aquí la noche, porque debajo de un arbusto vi unas cuantas botellas vacías. Me imagino aquí a una amiga, Gl ;-) , que se volvería loca por ver lo poco que se ocupan aquí en la India de cuidar su entono.
Dormir bajo las estrellas con una esterilla y una manta fue muy bonito.
A la mañana, el desayuno a la inglesa con huevos hervidos y tostadas supo delicioso. Y vuelta al camello para regresar a Jaisalmer, bien ligeros, incluso al trote. El guía, delante mía, me brindaba de vez en cuando alguna canción rajastaní del desierto que adornaba el momento y lo hacia aún más especial. Incluso llegaba a hacerme olvidar el intenso golpeteo testicular del paso ligero que llevábamos.

Y ese mismo día, tras una ducha y un poco de descanso en la azotea del hotel que nos ofreció gratis la misma empresa del safari, y comer algo sabroso con una cervecita fresquita para reponer fuerzas y minerales, dejé Jaisalmer en dirección a Pushkar, de nuevo en un sleeper bus de de 11 horas, está vez con la suerte de que la ventana cerraba bien.

Ruta por el Rajastán. Primera parada: Udaipur

Dado que tenía que esperar una semana a que me hicieran la ropa que había encargado en Pushkar decidí hacer una ruta y visitar algunas ciudades de las que había oído hablar muy bien. La idea era visitar Udaipur, Jodhpur y Jaisalmer.
Aprovechando que Soraya, una chica de Singapur que había conocido en el hotel, iba hacia Udaipur, me decanté por empezar por ahí y compartir algunos días de viaje con ella.
Reservamos unos billetes de sleeper bus y viajamos cada uno en una de esas cabinas-cama individuales durante toda la noche,  con unas ventanas correderas que intentaban, sin mucho éxito, mantenerse cerradas a pesar del traqueteo del bus producido por la infinidad de agujeros que hay en las "animadas" carreteras secundarias de la India.
Ya venía avisado de que, por culpa de la ventanas, se pasaba bastante frío en el bus así que me hice con una manta extra para el camino.Así fue. Con todo el meneo de los baches la ventana se iba deslizando levemente hasta abrirse una rajilla suficiente para dejarte helado.

Llegamos a primera hora de la mañana, a eso de la 5 y aún de noche, cuando la ciudad aún dormía. Decidimos pasear hasta que amaneciera, ver el sol salir y hacer tiempo hasta que abriera algún restaurante en el que poder desayunar con vistas al lago Pichola.
Nos encontramos con algún puesto callejero de chai con algunos madrugadores, o trasnochadores, no sabría decir. También con un buen grupito de niños que, al vernos por allí, se revolucionaron y vinieron a preguntarnos de donde eramos. Acto seguido nos pidieron que les diéramos unas rupias. Daba la impresión de que pasaban la noche merodeando y jugueteando por ahí.
Sentados al borde del canal de uno de los extremos del lago y charlando, enseguida se nos hizo de día y vimos una terraza en el ático de un hotel desde la que se adivinaban unas estupendas vistas del lago bañadas con un agradable solecito mañanero. Para allá que nos fuimos a desayunar.
Así fue, las vistas de la ciudad y del lago eran preciosas. Desde allí se percibía la elegancia de la ciudad,con el city palace imponente junto a la orilla y el blanco palacio de verano en el centro del lago. Algo de cierto tiene eso de que la comparen con la pequeña Venecia india.

El primer día fue para encontrar una habitación, descansar un poco, visitar el city palace y terminar el día cogiendo el teleférico que te sube hasta la cresta de una pequeña montaña que brinda las mejores vistas del lugar. Deliciosa guinda para terminar el día.

Entre todo esto, comentaros que llevaba unos días tocado de la tripa y que día si día no me iba por la pata abajo. Cualquier olor a comida espaciada india me revolvía el estómago por lo que opté por evitarla.
Después de un par de días bebiendo suero, empecé a retomar la comida poco a poco hasta volver a la normalidad. Desde entonces, adiós especias (que lástima, eh Marga).

Al día siguiente, ruta en barca por el lago y comida-cena en otro de sus  roof-top restaurants (áticos) con espléndidas vistas para despedirme de la ciudad y de Soraya, ya que yo cogía otro bus cama nocturno con dirección a Jaisalmer y ella continuaba su camino hacia el sur.